lunes, 8 de marzo de 2010

Cien mil barcos.

Encogido por tu ausencia,
tu ignorancia,
tu silencio,
mi corazón se concentra,
no se rompe ni se gasta.

Tu dureza impenitente
ya no choca con mi amor
desmesurado,
pues, flexible y compasivo
se desmarca de tu miedo
sofocado.

Huye lejos al cobijo
de los riscos elevados
de narcisos y quimeras.

No te obligo a compartir
lo que posees.

No me duelo para ser de ti
el lamento
en el filo del verano.

Pero en las orillas de este mar que nos unía
construiré una ciudad
y cien mil barcos
para surcarlo sin tí, amada mía.