miércoles, 16 de junio de 2010

Quiero dejar de quererte

He leído mis escritos.
Los mapas del laberinto
donde marqué mi camino.

En todos me despido.

Te digo adiós con el alma,
con el corazon en llamas,
bordando la madrugada
o en el albor del delirio.

Pero en todos me prometo
no caer en la añoranza
de quererte otra mañana.

Me erijo fuerte y pequeño
a templar a hiel mi espada;
hierro de amor,
maza de tiempo.

Me resuelvo a darle forma
a este amor ahíto y terco
pero carezco de horma
donde forjar tanto fuego.

Quiero dejar de quererte.
De interpretar tus destellos.
De ser dócil como el mar,
conjugado desde el cielo.

Quiero cortar el cordón
que me insufla bocanadas
de un amor deconstruido.

Y ser solo como un túnel.
Horma, hierro, fe y martillo.

jueves, 10 de junio de 2010

Amor helado.

Somos almas vagabundas.
Ir y venir en los días.
Soledades pasajeras,
viento que dobla la espiga.

Somos dos ciegos curiosos
buscándose con las manos
en el mundo vaporoso
del que procedemos ambos.

Ambos hambrientos de amor soñamos.
Ambos hambrientos de amor morimos.
Ambos hambrientos de amor pecamos
de perder nuestro camino.

Oye mi voz añil que te insemina,
déjate ser y comprende
que la luna es nuestro techo
y la tierra un lecho azul
donde seguirnos.

Quiero saber a que sabes,
latir juntos,
ser un cuerpo.
Luego salir cuando escampe
y pasear por los besos
que te dejaste en mi sueño.

Eso quise querer y quiero
quererte dar y no puedo.

Y ya no me queda aliento
que de calor a un amor
que se congela por dentro.
Abandonado a palabras
transportadas en el viento.

Un diamante estoy tallando
con soledad y silencio
apartir de amor helado
pero el hielo es solo hielo.

Ambos hambrientos de amor soñamos.
Ambos hambrientos de amor morimos.
Ambos hambrientos de amor pecamos
de perder nuestro camino.

miércoles, 2 de junio de 2010

Quiero dejarlo todo

La duda se entretiene en su reflejo
en los espejos de mi alma.
Se acabó morder el terso fruto
que me ofrecías anoche
y la barca que me llevara a la otra orilla
clama por una vela
que dé descanso a mis brazos.

Se hace tarde
y mis manos aún han de clavasrse en la tierra.
Mis pies vibran por rozar el cielo.
Y mi corazón,
al borde del abismo,
ruge, sueña, aprende y llora.

¿Dónde voy? Nadie me espera.
Único testigo de esta leve historia
juzgo y decido.

¿Hay un lugar? ¿Hay un quehacer?

Quizá buscar donde no hay.
Quizá encontrar
que no hay nada que hacer.