jueves, 31 de mayo de 2012

Pequeña mía.

Vuelvo a bordar las palabras
de mi dolor a la estela
de una estrella que cayó.
No hay palabras,
no hay estrellas.

Vienen  lobos de tu ausencia
a ladrarme en la niebla
y mis ojos aúllan
a tus alas de seda.

Ya no quedan más espejos
donde romper mi alma
vagabunda,
hechizada,
honda como el laberinto,
oscura, extraña y opaca.

Vuelvo a vestirme de verde
y a mecer mis manos
y el dolor es viento
y es verano
y me hundo en la tierra
y respiro,
todo está aquí,
esto es todo.

Pero no estás tú
y yo te quiero.
Y mis dedos te recuerdan,
y te siento
palpitar en la distancia, 
doliendo,
y se me encoge el alma
y quiero borrar 
con un beso
la tristeza 
y la rabia 
y el dolor 
y la nostalgia
y cogerte la mano
y abrazar tu espalda
y juntar nuestras mejillas 
hacia la tarde dorada.

Pero el tiempo es fuego
y su llama
pura
deshace los nudos
de la locura.
Su aliento se lleva
lo sucio,
lo viejo,
y enciende la esencia,
lo puro, 
lo cierto.

Vamos a purificarnos,
pequeña mía,
en el fuego del tiempo.
Que consuma nuestros huesos
y nos deje huecos
para volver a llenarnos
de este amor eterno.



domingo, 27 de mayo de 2012

Me faltas.

Viene el silencio tronando,
apagando los ecos
y el aire huele a vacío
y a nuevo,
a metal frío y a tierra.

Todo sigue.

Los planetas
en su devenir eterno,
las estrellas,
los torrentes y los ríos,
las nubes y las tormentas.

Una lágrima canta
al dolor antiguo,
mas allá de mi 
no existe la nada.

Comer, 
reír,
caminar,
vivos o muertos,
nada se acaba,
no se detiene.

Viene el silencio
a tragarse
los abismos,
las fallas, 
que me separan
de este instante eterno,
donde no falta nada.

domingo, 20 de mayo de 2012

Resucitando.

Ven a bañarte en mis ojos
y suelta el miedo.
Recuerda quienes somos
y mira al cielo.

No me abandono al dolor
ni sigo a dioses muertos.
Solo salgo de tu herida
como un anzuelo
para que el aire
puro
borre el dolor con el tiempo.

Mírame desde lejos,
yo aún te veo.
Lejos o cerca
te siento,
te llevo dentro.
No eres la flor
ni la fruta,
ni la rama del almendro
donde poso mi voz
o descansa mi cuerpo.

Eres todo y más que eso.

Sumérgete en el mundo
y nada,
en los mares del tiempo,
hasta encontrar
una isla
donde sentirte completa,
y que tu cuerpo respire
y tu alma
serena
cante al sol
y a la tierra
y entonces tus ojos vuelvan
a abrirse a la luna llena.

Quizá se borre mi imagen
de tu recuerdo dorado,
en el que eramos peces
nadando y volando,
libres y unidos
en un mar rizado.

Pero el dolor es fuego
y el amor estaño.
Y entre las cenizas,
tras la ira
me hallarás,
como un pájaro de plata,
resucitando.