La noche trae, en su manto,
envuelto el olor de la tierra.
Tierra húmeda y negra.
Tierra antigua y heredera.
Tierra que llama a sus hijos,
a echar la ropa a la hoguera
y a clavar los pies descalzos
en su vientre de madera.
Llama con su grito sordo
a sus hijos navegantes
de un mar de espejos vacíos
donde buscan encontrarse.
Y ha de romperse su pecho
de madre desconsolada.
Donde encallarán los barcos
que a la deriva vagaban.
Y allí morir y nacer.
Sin espejos.
En la tierra.
sábado, 16 de julio de 2011
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1 comentario:
Muy chulo. ¿Y para cuando un libro?
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