Sube el sol,
mueren las sombras.
Su fuerza infinita
en el centro del día
incólume arrasa
la piel del invierno.
Abierta la carne,
livianos los huesos,
transparente y firme,
inconcreto y denso.
Libre del deseo,
y la súplica absurda,
y la guerra interna,
y el juicio solemne,
abandona las formas
para habitarlas todas.
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