Está en la calle.
Flota en el aire un sentimiento de mudanza.
Mudanza del espíritu del hombre y de viejas estructuras.
Se enmiendan los antiguos formularios,
los colores de las letras,
los sonidos de las calles.
Y los hábitos sombríos de la costumbre se elevan con el viento
dejando ver el nutrido y milagroso cuerpo de los sueños.
Se anticipa como el húmedo olor de la tormenta.
Va bañando los rincones y las plazas,
los salones y los parques,
como el oro incendiario del ocaso.
Y en las cálidas pupilas de los locos
enarbola un destello de esperanza.
martes, 7 de abril de 2009
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