Regresado del pasar lento de las horas, como se deslizan los pájaros en las corrientes.
Devuelto del vientre de la montaña azul y de su aire vigoroso y fresco.
Retornado del santo silencio donde flota la soledad indicativa.
Vuelto del abandono placentero a la realidad obvia del mundo.
Ahora las personas, recortadas de un fondo de papel y plástico, son arrastradas por sus delirios.
El color de las calles es cambiante y sobrio. El olor de las farolas es un brochazo al cielo inmaculado. El sonido de la vida, en su trágico aferrarse a la nada, ocupa los oídos y las mentes. Reflejos en el espejo, en la espada misma de Prajna.
domingo, 5 de abril de 2009
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