lunes, 20 de julio de 2009

El espigón.

Te fuiste ayer
y aquí dejaste
nuestra tierra yerma y desolada.

En nuestra casa
se perdieron las cosechas
y las siembras estivales.
Y el aire seco y dolorido
del recuerdo
arrasaba el hogar
y el corazón que levantamos.

Yo miré en mi pecho e intenté hallarte,
o buscarte en la distancia,
¡O aún sentirte!
¡Ay amada!
Ciego estaba por hallarte
y en los ojos de otro amor te reflejabas.

Ahora vuelve
la humedad fertilizante de tus besos.
Ahora quieres
revivir con tu potencia,
las baldías tierras
de mi pecho estéril.

Afianzado en la arena
soy la roca, el espigón.
Tu eres el mar, la espuma fina,
y ahora me inundas,
y me arrastras poco a poco,
como se llevan a un loco,
las musas que lo iluminan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay reflejos, es un espejismo.
Te inundaré con el beso más eterno del mundo. (Pero sobre todo, con el beso más pequeño y original que nunca nadie supo dar)