Maniatado y malherido
por la sombra disipada de tu olvido.
Ondeante y solitario
brillo lejos de tu luz inmaculada.
Vibraré sutil y generoso
por la gracia que me otorga tu respeto.
O quizá arranque un gajo de tu tiempo
recreando mi mirada.
Como tránsito inocuo e improductivo,
atraviesan el desierto las palabras.
Un desierto que antes era un bosque vivo
y murió de inocencia desvelada.
Pasan lentas como cae la telaraña
y sedientas buscan agua entre la arena.
Mientras huyen, cicatrizan como surcos
donde había y ya no hay nada, sus estelas.
Mejor dueño de tu silencio
que esclavo de tus palabras.
martes, 20 de enero de 2009
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