apagando los ecos
y el aire huele a vacío
y a nuevo,
a metal frío y a tierra.
Todo sigue.
Los planetas
en su devenir eterno,
las estrellas,
los torrentes y los ríos,
las nubes y las tormentas.
Una lágrima canta
al dolor antiguo,
mas allá de mi
no existe la nada.
Comer,
reír,
caminar,
vivos o muertos,
nada se acaba,
no se detiene.
Viene el silencio
a tragarse
los abismos,
las fallas,
que me separan
de este instante eterno,
donde no falta nada.
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