sábado, 28 de febrero de 2009

El Paso

Nadie sabe dónde acabará el camino.
Las calles son un laberinto.
Arrópate contra el frío y vigila tu destino.
Avanza siempre hacia adelante,
no pares ni un segundo,
no me sueltes el martillo,
cumple con tu cometido,
no defraudes a tu padre,
no hagas de esto un numerito...

Silva el viento contra el muro,
en sus viejas cicatrices
silva sobre la tragedia.
Viaja y choca en el silencio,
escondido entre las largas sombras de la tarde,
afilándose en las piedras.

Hay un pájaro en lo alto.
Vuela lento y se pasea por el aire,
quieto como una estatua movida por arte de magia.
Bendice mi sufrimiento
y engendra en mí la esperanza.

Ocultando el sol a veces,
en sinuoso trayecto,
el ave-piedra me invita a descifrar sus mensajes
sobre gemas y diamantes entre lodo y excremento.

Una poderosa verdad que insemina lo que toca,
tiñendo de mil y un colores las calles y sus rincones,
las farolas y las flores, la voz de los ruiseñores.
Y un latigazo de vida agita el mundo.
Y que venga el día a día.

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