miércoles, 26 de enero de 2011

Dejar las armas.

Arrojaré mi espada entre el trigo.
Que la lluvia la entierre.
Que la nieve la hiele.

Que desde su filo oxidado
alce el vuelo en primavera
un escarabajo verde.


Que pasen las estaciones
y vuelva a la tierra pura.
De donde viene.

Porque ya no quiero
silbar el viento con ella.
Ni cargarla en mi cintura.
Ni llevarla por bandera.

Me perderé desarmado
por los caminos.
Por los pinares vacíos
llenos de pinos.

Extraviado como un niño
jugando con su delirio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joe, que verborrea tan bonita y fluida. Así yo también soy horrendo!