domingo, 21 de diciembre de 2008

De Nacimientos y Muertes

Como una balsa, el mar, tranquilo, no guarda ninguna criatura.
El viento vaga despacio, haciendo vibrar con suavidad los carámbanos de hielo en las ramas del abeto. Un sonido cristalino atraviesa el bosque blanco, un chasquido. Multiplicado por el silencio y el eco del bosque, en la distancia, se convierte en sinfonía de diminutas campanillas. Los cuervos, recortados contra el cielo, sobrevuelan el lugar donde convertirse en piedra. El carbón, oscuro, yaciendo en el lecho de la tierra espera paciente el momento de convertirse en llama. Y así todos los elementos esperan el momento de convertirse en otros. Pendidos del silencio frío de la nieve. Sentados en la alfombra blanca extendida en el claro del bosque, pintados en el cielo dibujando círculos o durmiendo los milenios engastados en la tierra. Todos van hacia ninguna parte. Girando eternamente en La Rueda de Nacimientos y Muertes.

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